Me vengo a enterar ahora de que somos mujeres porque nos han educado para ello. Nos hemos educado para ello. Unos días inventamos hombres, inventamos mujeres, y por estos días nos inventamos invenciones.

Y me entero de que el miedo es cultural y que el miedo se enseña. Y que hay que desaprendernos y que la vida es un quilombo. Gran parte de nuestro transcurrir dedicado a revivir y desnudar nuestro pasar, nuestros pasares. Aprender. Aprender a desaprender. ¿Las siliconas no hacen falta?

Y un día engendré a la Carne De Mi Carne y nació con concha y sin ser mujer. Y sus rasgos son arrolladores y le enseñamos a ser mujer con ropita rosa y juguetes seleccionados. Y a los cuatro años de haberla engendrado cuenta que en el Jardín los otros nenes le preguntan si es nena o nene. Y supongo, por lo que me han enseñado, que la pregunta viene por la falta de aros, su guardapolvo azul, su nombre indefinido para aquel o tal sexo. Y qué les respondés, le pregunto ocultando mis temores, tan infinitos como la educación encasillada y martillada que recibí. Nada, me dice, me río.

Y yo me quedo mal doblemente, porque ojalá que no, pero en un año, le va a doler no sentirse casilla, no sentirse hombre o mujer, o más bien, saber desde tan pulga que deberá construirse mujer si así lo desea y que si elige otros caminos más fronterizos u opuestos la vida será más difícil. Y que la vida es difícil cuando de derrumbar casillas se trata. Y además, me quedo mal por quedarme mal. Qué patetismo tan mamado.

Qué ensalada de poder, qué guerra por recorrer. Demasiados edificios que derrumbar.

Reina femineidad, ¿dónde estás? ¿Adónde te iremos a buscar? ¿Adónde los hijos, el matrimonio, las labores, el pete desinteresado, la escuela clasificadora, la garra del clítoris? ¿Y qué hago ahora que no me falta nada, que tengo todo lo que tengo que tener, adónde voy a buscar la ausencia? ¿Qué haremos con nuestros cuerpos moldeados en el deseo de lo que no son? ¿Y dónde están los machos salvadores protectores que después no se animan a bañar a un bebé? ¿Qué hacemos con tantas muñecas, tantas Barbies, tanto empapelado rosa y juguetes de princesas? ¿Con tanto vestido blanco, tanta flor, tanta pareja pareja, tan celeste y rosa, tan frutilla y crema del cielo?

Una fogata de plástico que va a llenar de olor nuestros cuerpos de muñeca. Y el helado derretido y la teta vacía y llena de usos y de orgullo y de deseo de ser reconocida tal cual es. No más esto o esto. Sexo. Sexo y existo. Sexo libre e inatrapable. Sexo abierto sin aperturas ni cerraduras. Sexo indestructible por su flexibilidad. Sexo que de nada escapa porque todo lo es.

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