Una pluma se aloja en mi brazo y me recuerda que estoy protegida. Ojos acaramelados me dicen tres holas al despertar y desayuno un pequeño y sólido abrazo. El ritual se abre paso en las mesas y nos empachamos de los manjares del buen vivir. La cama se estira y grita que le haga mimos. Las puertas no me dejan dormir de corrido y se entrometen en mis sueños. Somos todo puertas.

La Carne De Mi Carne se ilumina con las luces del cielo y huye de los torpedos de la tierra. Nosotros la seguimos, es lo mejor que aprendimos a hacer.

El sol golpea simpático sin asfixiar y los mosquitos saludan al pasar. La amistad es un bocado que se regala cada tanto y qué buenos mates nos tomamos hoy.

Todavía siento correr por mi cuerpo la saliva de su cuerpo. Nos amamos en distintas frecuencias: hubo demasiada luz y expectativa. La música y el aburrimiento son nuestras enfermedades crónicas, nada de qué preocuparse.

La Carne De Mi Carne en desafío permanente no permite la quietud ni la duda. Todas las medidas deben ser tomadas y las acciones, ya emprendidas. No hay anuncio sin consecuencias ni razones grises que se conviertan en obstáculos.

La brisa salpica suavemente sin penetrar pero salpica. Él con sus ojos también de caramelo y su hambre de satisfacción inmediata. Él enseñándome a relajarme. Yo enseñándole a relajarse.

El lazo del cariño revienta las fronteras y es inevitable sentir que nos pertenecemos en este cacho de vida que es la vida. No hay geometría para describir este día que es un nuevo día y que sigue siendo, aún, tan parecido al resto. Por suerte cada vez más sabemos qué está de más y qué es de verdad, lo más. Hacia allá vamos. Montando una tibia libertad de goce y responsabilidades. Resta decir que todos tenemos resaca y que no sabemos de dónde saldrá la plata del próximo mes. Resta decir qué resta.

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