Fue regalo del azar la cadena de casualidades que hicieron que nuestros padres se conocieran en algún círculo extraterrestre. Los pasados hicieron un presente y un día los colectivos largos me llevaron hasta Mariví, que con las estrellas abanica su cara de eternidad fresca y teje los tiempos y las energías con delicado estudio. Ella sonrió y curioseó, y dijo que:

La niña vieja que ya vino envasada. La niña ida que sólo supo vivir feliz aunque. La niña que tuvo hermanos y sin embargo ellos. Sin embargo los recuerdos se esconden y no se saludan en las mesas familiares; cada cabecita un riel a explorar.

Mujer hombre mujer que no sabe vivir en conflicto y que desayuna optimismo todas las mañanas. Pero también. Mujer de primitivo equilibrio que nació herido de muerte por la mujer salvaje que también es, y que necesita morir para ser la otra.

Mujer hormiga que sólo sabe empujar y sonreír. Mujer que carga su mochila de fantasías y las dispara según la ocasión. Mujer mariposa que se guarda para ser una nueva cada vez.

Mujer larva que escupe palabras pero conoce su valor y su perdón. Y su piedad. Verborrágica con pies de algodón, con la potencia de mil enanos peleando por crecer. Las letras, un tren al más allá; si es letra existe y si existe, puede ser mejor: lema que rige sus días sin importar cuántas horas de terapia haya tirado. Mercurio fuego en los dedos, luz en las yemas, puentes al blanco de la creación inicial. Mercurio militando para que todo sea dicho y la muerte no se pudra en un rincón. Mercurio celoso cuidador de la furia escorpiana que debe fluir en el mar de los días. Mercurio con la mano alzada para la revolución violeta y con poder, siempre sediento de humildad.

Mujer gata en celo permanente que jamás se deja atrapar. Mujer que camina con su sol aunque el clima apeste, gata que maúlla porque no conoce otra forma de andar. Mujer gata mujer que mira el mundo con ojos de chupetines y se cuida de no ser asesinada.

Multianimal gaseosa que se solidifica para colar. Que tiene que pasar la espumadera para que no la absorban. Que conviene la selección para no ser esponja de charcos estancos.

Con agua rellena las ausencias y las angustias, y las olas de su camino se vuelven partituras en las calles desiertas, lagos que se chocan y se recomponen en pequeñas esculturas. Y la escultura se vuelve cordón y se desenrosca y se estira y se completa con fineza y precisión. El ovillo de oro se entrega y se abre a su transcurrir.

La versión gris de Campanita. De aire y huesos y con problemas respiratorios de nacimiento. En plena desobstrucción de arte y adenoides. Pies de viento y metas voladas. Con el sol lanzado a la vorágine de la acción. Pálpito de poder y servicio social. Explosión de globos rojos en la ciudad.

¡Ay, Campanita! en eterno diminutivo. Tu vejez está fresca una vez más. Te parecés a todas las mujeres y ellas son más. Cuidado con los hombres voraces. Bajá a tu selectiva Casa. La Red te protege de la soberbia y de las dudas. Sabés qué voz escuchar. Ay, Campanita, volá y bajá. Abajo está la comezón que te impulsa. ¿Con quiénes vas a estar? ¿Adónde querés llegar?

Mujer capullo, mujer larva, mujer encerrada y encerradora, mujer en conserva, mujer salvaje, mujer Campanita, mujer gata, mujer mariposa, mujer polilla que se disuelve en ceniza y vuelve a arrancar sin más.

No hay otro horizonte que pueda ser recorrido. A la tierra el agua y del fruto al manjar y del agua del manjar a la tierra y a la tierra el agua y del fruto al manjar. No hay mar sin tierra ni tierra sin mar. El ciclo es vital y natural y otra vez capullo y otra vez ceniza desintegrada y otra vez allá vamos brote en tierra opaca, desperezo de frutos y flores, retrospección y músculos caídos. El tercer ojo se fija en el recorrido circular y se agota de la historia y en lo que aún falta recorrer. Tantos círculos encapsulados, arrastrados y purificados. Tanto esfuerzo en una hamaca de ritmo eterno. Muerte y a la vuelta, todo de vuelta.

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