Me recorro y te encuentro, ahí callado, en un recoveco, riéndote sarcástico de todo el mundo. Ay, eguito. Si pudiera domesticarte. Si pudiera barrerte debajo de la alfombra que no tengo, si pudiera descartarte bajo la ducha. Si pudiera apalearte con una escoba y desinfectarte con Lysoform. Si pudiera. Ay, eguito. Qué insistente en rebotar en peloteros, en salir corriendo de las calesitas, en buscar la noche para brotar, qué enano agrandado. Qué tumor simpático, qué caquita de madrugada, qué banana en pijama.

Años en sociedad para apaciguarte y acá estás, insolente como cuando me perseguías trepando un árbol. Ay, eguito, qué podremos hacer juntos. Un poco te amo y me cuesta generar planes eficientes para revocar tu mandato. Un poco que me gusta que domines el camino.

He aprendido a ceder ante tu poder perseverante. He aprendido el placer de dejar de luchar y lo que es peor, he conocido la satisfacción de alimentar con fuego tus construcciones ambiciosas. He estallado al acercarme a tus vicios, siempre presentes en la omnipotencia cotidiana de no poder ser todo. De no poder hacer todo.

Ay monstruito fucsia y negro. Qué voy a hacer con vos. Trato de implementar una domesticación salvaje tapándote con el plumón y dándote golosinas cada tanto pero, aunque mis intenciones son otras, sólo te saco brillo y hago que engordes. Será una manera de sobrevivir, de tirar el ancla en este pueblo quemado, en este mapa amarillento que habitamos.

Cuando te monto, ego, siempre pensando en el futuro, y te navego y me reparto en vos, me potencio y me elevo y me elevan y todo es puro goce y placer inagotable, nutrición de mí y de mis soles. Ego, ¿sos vos esa fiera ingobernable que trepa y se enfurece como un dragón de aire fogoso que enaltece y consume a la vez? ¿Sos la fuerza que hace gozar de nuestra propia existencia sin una gota de sabiduría más que la del goce? ¿O es que la sabiduría dorada es la que logra gozar/nos en plenitud?

Ego yo ego vos, acá vamos, avanzamos, acabamos.

Terapia para apaciguar el ego "Dados al azar"

El ejercicio descripto a continuación, desarrollado a mediados de los años ochenta por la pareja de psicoanalistas estadounidenses Marie B. y John Lutkin, es utilizado en la actualidad por diversos terapeutas y escuelas de psicodrama en América y Europa, y obtiene notables resultados en el apaciguamiento del ego, que reafirman la vigencia de esta técnica a treinta años de su creación.

La terapia es individual, pero puede ser realizada en simultáneo por varios ejercitantes cuando se cuenta con un espacio amplio para su desarrollo, que garantice una distancia saludable entre ellos. Esta última organización suele potenciar los resultados de los ejercitantes.

1- Antes de comenzar la terapia los atrevidos deben formar una ronda y lanzar en su interior por los menos tres dados sobre el piso para cargarlos de azar y así honrar el surgimiento y la continuidad de la práctica Lutkin.

2-Los ejercitantes deben colocarse un títere de mano o agarrar una marioneta que sea de su agrado. Una vez cómodos y dispuestos a comenzar, se recomienda convocar a un observador –un analista de confianza, preferentemente con experiencia en psicodrama– que se colocará a una distancia precavida, que le permita registrar los eventos que se sucederán en la escena pero que, sin embargo, no lo convierta en protagonista.

3- A continuación el ejercitante egoísta deberá intentar olvidarse de la presencia del observador y centrarse en sí mismo. Luego tendrá que enfrentarse cara a cara con el títere o marioneta manejado por su propia mano y hacer todo el esfuerzo posible para que los dos seres, uno consolidado, el otro en espontánea creación de disfraz, construido en una extremidad, hablen con furia a la misma vez, se expresen gritando juntos en el exacto momento. Es decir que el ser y el mano-ser deben hablar a la vez, ni un segundo antes, ni un segundo después.

4-Traba del cerebro, impedimento del cuerpo, duda del ejercitante. Será imposible llevar a cabo semejante empresa (3-). Pero el dispuesto sincero a tal terapia, la persona que haya intentado con todas sus fuerzas desdoblarse en títere y ser dos en el mismo instante, habrá pasado por una experiencia única, que de seguro se relacionará con el sabor exótico del impedimento, con el calor de la expresión honesta, con el íntimo ridículo o con la risa extrema e idiota. El punto es que es ahí, en el momento inmediato posterior al intento fallido y a la expresión del fallo, cuando las barreras del ego bajan y el ser se vuelve vulnerable a sí mismo y dispuesto a escucharse, es ahí cuando vendrán las palabras profundas, dichas con firmeza y claridad. Deben surgir de la lava más improvisada del ser y no deben ser concebidas esquivando lugares comunes: los mensajes sabios son simples y la espontaneidad siempre es original y perfecta. La perforación será implacable. El mensaje llegará al seno del seno del cráter del ser egoísta. Los niveles de ego estarán al mínimo y el lugar para la autopenetración será ideal.

5- Una vez que el atrevido haya expresado su frustración lógica y haya penetrado sus propias entrañas psicológicas con la savia de su ser o con su ser sabio, se recomienda que el observador se retire en silencio y que el aplacado descanse en soledad durante aproximadamente cinco minutos.

6- Por último, si el atrevido desea ir más allá, puede intercambiar visiones y sentimientos con su observador para enriquecer su experiencia.

7-El ejercicio Lutkin se cierra colocando los títeres, las marionetas, es decir, los seres mano-seres en un círculo y lanzando en su interior por lo menos tres dados. Cabe destacar, en los casos en que varios atrevidos compartieron el espacio y realizaron el ejercicio en simultáneo, la necesidad de no establecer ninguna regla o competencia en el lanzamiento de los dados, ya que la única finalidad de esta práctica es cargarlos de azar y, de esa manera, dar por terminado el ritual.

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